EL SER MÁS VULNERABLE DE LA ESTRUCTURA SOCIAL
Por: Raúl Catari Yujra y Jhanet Gutierrez Acho
Por: Raúl Catari Yujra y Jhanet Gutierrez Acho
Pasaron las fiestas navideñas y con ella el cariño por misericordia, el momento de regalar por obligación y de llorar, incluso, con disimulo. Como siempre, esos días los recintos y las arterias se colmaron y aun se colman de discursos y algunos regalos compasivos, y después ¡qué! todo sigue igual.
Muchos niños, como es de costumbre, saldrán del hogar rumbo a las calles para cantar y bailar en pos de conseguir algunas moneditas de caridad, soportando la pobreza que parece haberlas hecho un charco de veneno en sus almas. Algunas instituciones ya sean privadas o públicas se aprovechan de la pobreza de mucha gente, con regalos compasivos y hasta hipócritas. Por ejemplo, muchos padres de familia que durmieron junto a sus niños en afueras del stadium de miraflores al salir de ella no ocultaron su frustración: “Tanto esfuerzo para tan poca cosa”. Esas navidades “felices” son, como es habitual, calmantes incurables para ese ejército de niños que sangran de dolor, en las calles y avenidas de El Alto, extendiendo sus manos esperando la limosna, limpiando zapatos en sus plazas, donde también se escucha el coro de voceadores que luchan por conquistar pasajeros. Éstos parecieran ser los eternos marginados y olvidados, aun por los gobernantes, pero si son utilizados en sus campañas como imagen para llegar al poder.
Es El Alto, la ciudad que cobija a miles de niños en sus calles, avenidas, parques y hasta en lugares peligrosos, como: bares y cantinas, para ofrecer unos cuantos cigarros y dulces en cajitas de cartón.
El INE en el 2002, al respecto, estima que cerca de dos millones de niños, niñas y adolescentes se encuentran en riesgo, en el marco de la pobreza y marginalidad.
Sin ser pesimistas, ni la Asamblea Constituyente ––más allá de que por primera vez en 181 años de la vida republicana, tiene la mayor participación de los pueblos indígenas y originarios–– dará solución a la magra situación de la niñez. El cambio tiene que ser paralelo, puede y debe nacer de cada uno de nosotros. De qué puede servir un buen instrumento legal, si no aportamos nuestro granito de arena con miras a construir una sociedad mejor. Los constituyentes, al menos tendrán que tomar en cuenta que su trabajo actual es mirar con ojos críticos el futuro próximo marcando la vida de quienes hoy son niños y niñas.
José Martí decía que “educar es preparar al hombre para la vida”, aplicado esta frase en los niños, éstos tienen derecho a ser bien preparados, pues no olvidemos que el destino de un país, está en el presente de la niñez, porque ellos serán mujeres y hombres del mañana, de los adultos de hoy dependerá el porvenir de la niñez boliviana. Aunque en la actualidad “todavía el alimento de las minorías se convierte en el hambre de las mayorías” tal como decía Eduardo Galeano, en su obra Úselo y Tírelo.
En esta “sociedad de consumo” y mercantilista todo parece convertirse en mercancía con valor de uso y cambio, los valores morales parecen marchitarse y escaparse como el agua entre los dedos. Y la consecuencia la llevan los más inocentes: los niños, como una mochila pesada.
De todo lo antepuesto, es menester que los padres sean más responsables, y los maestros hagan del aula un ambiente de amor y sabiduría y cada lección sea un mensaje de ternura, que las autoridades se pongan en el lugar de ellos. Sólo así, se puede acortar los maltratos: físico, psicológico y sexual, a fin de edificar una patria más justa y equitativa. La niñez, sinónimo de infancia es un periodo de la vida humana que se extiende desde la infancia a la pubertad, frágil fisiológica y espiritualmente, pero también divertida, que requiere atención especial de sus progenitores y de su entorno social.
Por eso, no podemos permanecer indolentes ante la suerte de niños que son víctimas de extravío, abandono, rapto, restringidos al derecho a nacer, entre otras atrocidades que a diario se ve y oye en esta ciudad más joven del país. Al fin y al cabo todos somos iguales ante la ley, sin distinción de derecho y a igual protección de la ley, tal como pregona la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿Será que podemos hacer algo?
*raulcatary@yahoo.es
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